Suscríbete

¿Cómo tener gozo en las dificultades económicas?

contentamiento dificultades económicas escasez esperanza gozo sin dinero Sep 10, 2025
¿Cómo tener gozo en las dificultades económicas?
  • No es lo mismo necesidad que deseo.
  • No olvidemos a Dios cuando todo esté bien.
  • Dios suple las necesidades de sus hijos.
  • Es vital encontrar contentamiento en medio de nuestras dificultades económicas.
  • Recuerda que amar al dinero es el principio de todos los males. 
  • No necesitamos bienes o dinero para alcanzar una posición porque sabemos quiénes somos y conocemos nuestro valor delante de Dios.

 

¿Quieres conocer más recursos bíblicos gratuitos? 

Suscríbete aquí para descargarlos.

 

¿Cómo tener gozo en las dificultades económicas?

Por Karla de Fernández

Siempre me han llamado la atención estos versículos:

Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios (Pr 30:8-9 RV60).

Me he dado cuenta de que hemos confundido tener necesidad con deseo. Es muy probable que te puedas identificar con este pensamiento: «Necesito un celular de última generación con cuatro cámaras y esa pantalla súper brillante 4K... ¡Realmente lo necesito!». Si somos sinceras, la realidad es que solo lo deseamos, no es una necesidad.

¿Qué es una necesidad? Es lo indispensable para vivir, aquello que no puede faltar en nuestras vidas. Estamos hablando de algo tan esencial como el techo, el abrigo o la alimentación. Esas son necesidades que Dios, el Señor creador del cielo y la tierra, prometió suplir para sus hijos.

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mt 6:31-32, RV60).

Podemos estar convencidos de la provisión de Dios para nuestras necesidades básicas, pero nuestros corazones engañosos se van detrás de todo lo que no es indispensable para vivir, procurando satisfacer nuestro deseo de aprobación. Esta es una forma de ser ingratos con Dios, porque buscamos con más ahínco todo eso que no nos nutre, todo aquello que no nos da seguridad ni abrigo. Entonces, volvamos una vez más al consejo del proverbista: «No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios». Creo que este es un consejo para aprender a vivir bien, sin dejarnos llevar por el amor al dinero ni a las posesiones que, como le decía Pablo a su discípulo Timoteo, es la raíz de todos los males (1 Ti 6:10). 

Salomón y Pablo nos aconsejan para que evitemos algo que vemos en nosotras mismas. De seguro alguna vez has pensado: «Si tan solo Dios me diera más, si tan solo me diera la oportunidad de ser millonaria, entonces podría ayudar a miles y miles de personas». Es como si, de repente, tener todo lo que deseamos nos fuera a convertir en personas generosas que se preocupan por el prójimo y el bienestar en general. ¿Por qué no serlo desde ahora, con lo que tenemos, y no con lo que tendremos?

Quizás hayamos imaginado alguna vez que nos ganamos la lotería nacional y, como decimos en México, «hacemos la repartición del pastel». Decidimos rápidamente cuántos millones les daremos a nuestras familias, cuántos más apartaremos para la casa de nuestros sueños, el viaje que siempre hemos querido realizar, pero también apoyaremos a una iglesia, ¡porque Dios nos ayudó! Daremos a los pobres y guardaremos unos milloncitos más, «por si se ofrece algo».

Ocurre nuevamente esta atracción que, como la fuerza de gravedad, nos hala hacia lo material con gran potencia. La abundancia material termina reduciendo nuestra mente a lo que es terrenal, a lo que fácilmente se va, y nos olvidamos de Dios. No porque ayudemos a una iglesia quiere decir que estemos siendo agradecidas con Dios. No porque hagamos actos de caridad quiere decir que nuestro corazón haya sido transformado, o que, cuando lo demos, estamos recordando la bondad de Dios.

«No me des más, Señor, no quiero olvidarme de ti» es el grito desesperado del escritor de los proverbios. Él conocía su propia fragilidad y lo fácil que es desviar el corazón tras todo aquello que no alimenta el alma y que nos aleja del conocimiento de Dios. Pero no solo eso, también sabía que, si no tenía lo necesario para subsistir, podría correr el peligro de pecar contra Dios, robando y blasfemando. Caer en este otro extremo también es posible. Hay gente que quebranta los principios espirituales y morales a causa de sus necesidades insatisfechas. ¿Será que, en su desesperación, se han olvidado del Dios que suple y provee? ¿Será que su fe se ha visto tan fracturada que la hacen a un lado y pecan? ¿La pobreza es una excusa para actuar contra la ley? Por supuesto que no.

A través de toda la Biblia podemos ver cómo Dios siempre suple a sus hijos. En ocasiones, lo hace de las formas más extrañas, como cuando cada mañana había maná que caía del cielo para alimentar a millones, o como aquella vez que envió a unos cuervos para alimentar al profeta Elías. Dios y sus formas son tan fuera de lo común, pero tan compasivas para cuidar de los suyos. Elías estaba pasando por una profunda necesidad y era perseguido por sus enemigos. Él no tenía nada ni podía recurrir a nadie. Es en ese momento, donde Dios le dice: 

Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo (1 R 17:4-6, RV60).

Debemos aprender a depender de Dios por sobre nuestras propias fuerzas, nuestra cuenta bancaria, o de quienes nos rodean. Nuestra confianza está en Dios. Él es la fuente de nuestra seguridad y, por consiguiente, de nuestro gozo. Aún en estos días vemos también su provisión. Quizá Dios no envíe cuervos para alimentarnos, pero tenemos un empleo y un salario, a nuestro alrededor hay personas que están dispuestas a ayudarnos y apoyarnos cuando tenemos necesidad, aun cuando no lo pedimos. El Señor está detrás de todo eso.

Dios sigue pendiente de sus hijos. Confía y gózate en tu Señor.

Desde la raíz

Mira lo que nos dice el apóstol Pablo, quien era un maestro tener ese gozo interno, sin importar las circunstancias:

Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1 Ti 6:8-10, RV60).

Como lo hemos mencionado anteriormente, podemos estar contentas al tener sustento y abrigo. Esto podría sonar casi imposible de lograr en una sociedad tan materialista y consumista. Pero por supuesto que lo podemos lograr de la mano del Señor. Cuando aprendes a vivir dependiendo de Dios, reconociendo tu necesidad de Él y confiando en que Él es quien suple y cuida de ti, cuando el Espíritu Santo comienza a darte una fuerte convicción de todo esto, entonces aprendes a vivir contenta, con gozo en el alma y corazón.

Qué alegría saber que todo lo material que pudiera quitarnos el sueño para conseguirlo no es necesario y no nos hace mejores personas. No necesitamos bienes o dinero para alcanzar una posición, porque sabemos quiénes somos y conocemos nuestro valor delante de Dios.

Todas hemos sido creadas por el mismo Dios, todas fuimos hechas a su imagen y semejanza (Gn 1:27). Todos tenemos el mismo valor y dignidad como creación de Dios, tú, yo, Rockefeller y el que vive bajo un puente. No hay jerarquías entre la humanidad creada por Dios. No hay favoritos y tampoco uno vale más que el otro. El Señor espera que le escuchemos y le obedezcamos. Él no nos promete tesoros, pero si nos promete que seremos su especial tesoro si le prestamos atención y vivimos conforme a su diseño (Éx 19:5).

Lo cierto es que no necesitamos más. La próxima vez que escuches: «Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana», recuerda lo que acabamos de compartir. Recuerda que, siempre que amemos al dinero, dejaremos de amar lo que en realidad debemos amar. Si amamos al dinero, podemos pecar robando para obtenerlo. Si amamos al dinero, podemos perder la familia, la integridad, la honorabilidad, la seguridad y la paz. Nunca perdamos de vista las palabras de nuestro Señor Jesucristo: «Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?» (Mt 16:26, RV60).

 

Aprende

  • ¿Puedes diferenciar tus necesidades de tus deseos? 
  • ¿De qué forma puedes confiar en Dios en medio de tus necesidades?

Vive

  • Lee Filipenses 4:10-13 y responde cómo esta verdad transforma tu forma de ver tus necesidades a la luz del evangelio y de saber que Dios tiene cuidado de ti.

Lidera

  • Acércate a una mujer que sepas que está atravesando dificultades económicas y anímala, orando por ella. De ser posible, ayúdala con alguna despensa o supliendo alguna de sus necesidades. Sé luz en medio de su oscuridad.

 

Recursos

https://www.amazon.com.mx/Secreto-del-Gozo-Karla-Fernandez/dp/1087731968/

https://www.avivanuestroscorazones.com/mujer-verdadera/blog/esperanza-en-tiempos-inciertos/

 

¡Únete a Reformadas hoy!

Y accede a los estudios Bíblicos gratuitos que satisfacen tu alma y aumentan tu fe.

¡Da clic aquí!